Fueron catorce horas de expedición para subir y bajar los 3.479 metros sobre el nivel del mar

Puertollano: Los ‘Tronchas’ bailan bajo la nieve en una épica expedición al Mulhacén (galería fotográfica)

A finales de noviembre fue el inicio de la gestación de una aventura troncha. Un grupo de quince valientes 'Troncha Cerros', muchos de ellos de nueva hornada, animados por los incombustibles Manel e Isa, comenzaron a planificar una ambiciosa ascensión al majestuoso Mulhacén de Granada.

Se decidió fijar el 20 de mayo, con la esperanza de contar con un clima favorable para enfrentar el desafío. Este intrépido equipo compuesto por personas de diferentes edades y niveles de condición física que nunca antes habían subido juntos en un grupo tan grande, comenzó a endurecer los entrenamientos. A medida que se acercaba la fecha de la expedición, seguían atentamente los informes meteorológicos, que no eran alentadores: se pronosticaba nieve a partir de las 11:00 de la mañana. Sin embargo, sin poner en peligro la vida de nadie, decidieron seguir adelante, con la opción de dar marcha atrás si las condiciones se volvían demasiado complicadas.

Desde Trevélez hasta el cielo de Granada

Para garantizar el bienestar durante la ascensión, se establecieron siete paradas estratégicas para comer y mantenerse hidratados. La jornada comenzó temprano, a las 7 de la mañana, enfrentando una subida implacable en condiciones frías. Tras recorrer los primeros 4 kilómetros, en el mirador de Trevélez, los primeros problemas, sencillos de resolver. Uno de los miembros del grupo comenzó a experimentar grandes dificultades y finalmente tomó la decisión de abandonar. Afortunadamente, se encontraba en un punto seguro para descender por su cuenta, sin poner en riesgo al resto de la expedición.

A medida que continuaban, llegaron al Refugio de Campiñuela, en ese lugar ya se notaba el cansancio y el esfuerzo que con el frio hizo que otros dos miembros del grupo tomaran el camino de vuelta por las dificultades.

Todavía encontrábamos el tiempo favorable, con poco viento y temperaturas moderadas, los amenazantes nubarrones se aproximaban desde el mar.

Doce troncha cerros ante la reducía a 12 Troncha Cerros ante la parte más desafiante de la expedición: la subida a la cascada para alcanzar las siete lagunas y luego enfrentar la cuesta del resuello. Afortunadamente, la nieve en el suelo era polvo y no resbaladiza, aunque en algunos tramos se hundían hasta las rodillas. Fue durante la ascensión por la cascada cuando los primeros copos de nieve comenzaron a caer. Conscientes de la importancia de comer y mantenerse hidratados, el grupo decidió realizar una parada más prolongada en las siete lagunas. En ese momento crucial, debieron tomar una decisión: ¿continuarían avanzando o darían media vuelta? A pesar de los tres kilómetros extremadamente difíciles que les esperaban, y con una visibilidad cada vez más limitada, decidieron enfrentar el desafío de la cuesta del resuello. Pero aún les aguardaban tres lomas más antes de alcanzar la cima, un verdadero test de fuerza mental.

Lentamente, paso a paso, el grupo ascendió con gran dificultad. Con Isabel liderando el camino y Manel cerrando el grupo, se abrieron camino hacia la cima. En la última loma antes de la cumbre, sus presagios se hicieron realidad: la visibilidad era escasa, el viento soplaba con fuerza y la nieve caía sin cesar. Sin embargo, en un acto de pura determinación, lograron llegar a la cima del Mulhacén.

Allí, en la cumbre más alta de la península ibérica, las emociones se desataron. Lágrimas de emoción se mezclaron con una gran satisfacción. Era evidente que habían superado una gesta extremadamente dura. El grupo se sorprendió al ver cómo algunos miembros a los que consideraban con pocas posibilidades de llegar a la cima demostraron una fuerza y perseverancia impresionantes. La montaña reveló su poder y dejó en claro que la fortaleza mental supera a la física.

El baile continua: nieve, frio y descenso

Llegar no es el fin, y el baile continuaba, en la cima la situación se complicó rápidamente. Pasaron apenas 15 minutos haciendo las fotos de rigor y comiendo algo, pero el frío se intensificó y el grupo comenzó a sentir los primeros signos de congelación en sus manos. Con el clima empeorando rápidamente, tomaron la decisión de descender en grupo, uno tras otro, sin separarse.

La bajada por la cuesta del resuello resultó extremadamente peligrosa y resbaladiza. Muchos miembros del grupo tropezaron y cayeron, pero afortunadamente, todos lograron llegar a las siete lagunas. Aunque el camino hacia Can Piñuela todavía presentaba desafíos, la intensidad de la nevada comenzó a disminuir gradualmente. Las fuerzas flaqueaban y el tiempo apremiaba, pero el grupo se mantuvo unido.

Finalmente, cuando alcanzaron Can Piñuela, la nieve comenzó a disiparse y simplemente tuvieron que afrontar una caminata de 6 kilómetros hasta Trevélez. Sin embargo, el ritmo se volvió más lento y agotador. En ese momento, Isabel sugirió que los más fuertes descendieran a su propio ritmo, mientras que el resto se mantendría juntos para cerrar el grupo. A pesar del cansancio y el tiempo transcurrido, finalmente llegaron a Trevélez a las 21:30.

Catorce horas de expedición para subir y bajar los 3.479 metros sobre el nivel del mar

El reloj marcaba un total de catorce horas y media desde el inicio de la expedición. No ha sido la expedición más rápida pero si la más dura. Sin embargo, a pesar de las duras condiciones climáticas, el grupo se sentía enormemente satisfecho. La montaña había puesto a prueba su fortaleza y resistencia, pero habían resistido sus envites. Todos estuvieron colosales casi como el Macizo de Sierra Nevada que vio como Felipe, Blas, Manuel, Upe, Javier, Víctor, Rocío, Marcos, Ana Belén, Carmen, Carmen, Miguel, Ramón, María del Mar, Isabel y Manel alcanzaron junto su cima, superando las adversidades y dejando una huella imborrable en todos ellos. Y un orgullo tremendo entre todos los Trocha Cerros.

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