Nota necrológica de los Misioneros Claretianos

Puertollano: La sana y sencilla alegría de Chema Manzano

Misioneros Claretianos.- Quienes tuvieron la oportunidad de compartir con él un trozo de vida, bien en la etapa de formación o en sus diversos destinos en nuestras parroquias, pudieron disfrutar de su sana y sencilla alegría, su nobleza, su generosidad y su entrega por los más sencillos. Se puede decir, como en otros casos, que se dedicaba tanto a los demás que se olvidaba de su propia salud.


Nacido en Valladolid, desde la infancia conoce a los claretianos y entra en el seminario menor de Medina de Rioseco el 1972. De allí pasa a concluir los estudios básicos en el seminario de Segovia (1974-1980). Bajo la guía de nuestro actual obispo Ángel Garachana, hace el noviciado en Los Negrales (Madrid), donde hace sus primeros votos el 8 de septiembre de 1981. De allí pasa a Colmenar Viejo (Madrid), donde hace los estudios de filosofía y teología en nuestro Estudio Teológico hasta 1986. Será ordenado diácono por monseñor Fernando Sebastián en diciembre de 1986 en la parroquia de Nuestra Señora del Espino (Madrid) y poco después presbítero, el 20 de junio de 1987 en Madrid, parroquia San Antonio María Claret.


Su ministerio sacerdotal se ha desarrollado durante sus más de 35 años de sacerdote en parroquias. Desde su primer destino en Madrid-Espino (1987-88), donde se preparó para las órdenes, hasta la comunidad de Madrid-Vallecas, donde estuvo en dos etapas (1987-1989; 2020-2022) y donde le ha visitado la muerte. Entre medias, ha pasado por las parroquias de Puertollano (1989-1993; 1998-2008 y 2014-2017), donde su labor con la pastoral gitana fue especialmente reconocida por la diócesis; Valladolid (1993-1998), donde estuvo para acompañar a su padre de cerca hasta su muerte; Madrid-Espino, en una segunda etapa (2008-2014); y San Vicente de la Barquera (2017-2020). En todos estos destinos hizo las veces de superior, ecónomo, párroco, vicario parroquial, siempre disponible a aceptar las encomiendas que se le pidiesen aún cuando nunca le gustaron los primeros puestos.


Las palabras que salen en este momento de nuestros labios definen cómo era Chema: grande en su sencillez, cercano, solidario, comprometido, alegre, amigo, sonrisa y generosidad, buena persona y buen misionero del que nunca se podía hablar mal. Nos deja su modo de sentir a la gente, de estar junto a ella, sobre todo de los últimos, y nos ha dejado también un ejemplo en estos últimos años llevando su enfermedad, sin retirarse, queriendo estar, hacer, no preocupar ni molestar. No pudo participar en el último Capítulo Provincial, pero se unió en medio de su debilidad a la última Asamblea de Superiores.

Damos gracias a Dios por su entrega misionera, su ser claretiano desde el servicio al pueblo y la entrega, por su buen talante comunitario y por su entrega generosa para que Dios Padre fuese conocido, amado y servido. Que Dios le acoja junto a Él y en su inmensa bondad le conceda la corona merecida. D.E.P.

Misioneros Claretianos