Carta al Director de Ramón F. Muñoz Cazallas

Mi Puertollano: Plaza de la Mancha-Barrio moderno-el parapeto y aledaños

Ramón F. Muñoz Cazallas.-Nos situamos en la zona de principios de los años 60 del siglo pasado.

Al fondo de la plaza había una parte, a la derecha, que eran casas de construcción digamos normal y otra parte, las del lado izquierdo, conocidas como “el parapeto”, eran casas muy precarias construidas con muy pocos medios y que no reunían las mínimas condiciones, las construían de cualquier manera para parapetarse de las inclemencias del tiempo, por eso se conocían como “el parapeto”.

El conjunto se conoce como Barrio Moderno, actualmente las casas precarias han mejorado la mayoría y las que se mantienen como antaño están casi todas abandonadas.

En el barrio tenía yo dos amigos, Jesús y Camilo, uno vivía en la zona “parapeto” y otro en la zona “normal”.

En la esquina de la calle que comunica la plaza con la calle Fernando el Santo, a la izquierda había y sigue habiendo una casa grande a la que seguían casillas más pequeñas de la parte conocida como “parapeto”, al lado derecho había y hay una manzana de casas grandes, en la de la esquina había una tienda que atendía la señora Clarisa.

En la plaza había entonces muchas cosas de las que no queda casi ninguna.

Pegada a la carretera de Almodóvar estaba la gasolinera, de su entorno quedan las dos palmeras que adornaban los surtidores y que aún gozan de buena salud. La gasolinera perteneció durante unos años a la familia GODO. Por motivos de seguridad se trasladó a la rotonda del castillete minero en el año 2002, por entonces ya la regentaba Repsol.

En la plaza había además un colegio y una fuente. El colegio se llamaba Independencia, estaba cerca de las casas antes citadas, constaba de dos módulos, el lado derecho era para las niñas y el izquierdo para los niños. A este colegio fui dos años, parte del curso 61/62 y el 62/63 completo, luego lo cerraron porque amenazaba ruina y me cambié a la Virgen de Gracia.

La fuente estaba más hacia el centro de la plaza, tenía una pequeña caseta y la atendía una persona encargada de repartir el agua y cobrarla. Los vecinos llevaban un cartón que en los bordes tenía unos cuadraditos recortables, el guarda cortaba uno por cada recipiente que se llenaba.

Entre las casas y el colegio discurría un arroyo o reguera grande, llegaba por el lado izquierdo y venia recogiendo agua desde la calle Lepanto. Cuando llovía mucho, el arroyo crecía llegando en ocasiones a ir ablentado por lo que daba muchos problemas a los vecinos, cruzaba la plaza para bajar por el lado derecho hasta llegar a la carretera de Almodóvar por la que bajaba hasta la calle 11 de Noviembre (hoy Joan Miró), donde había una alcantarilla grande que recogía el agua.

Para cruzar el arroyo los vecinos colocaban unas maderas, traviesas de la vía principalmente, había un paso en la esquina antes citada y otro en la calle Zurbarán. Cuando la crecida era importante se llevaba las maderas y cruzar era muy complicado.

Mi hermano Pepe vivió una de esas ocasiones, venia de la peluquería como todas las noches, al llegar al paso de la esquina se encontró con una pareja de la guardia civil que le dijo que por allí no podía cruzar, también vio que la tienda se había inundado. Se volvió con idea de cruzar por la calle Zurbarán, pero el agua también se había llevado las pasaderas y tampoco podía cruzar, viéndose acobardado y sin saber que hacer (tendría 12-13 años y cree que estaba llorando), se le acercó un hombre con una linterna (un alma buena sin duda) y lo acompañó a un paso más seguro que había un poco más arriba, era un puente de obra que estaba en la zona donde ahora está la rotonda, por allí pudo cruzar y llegar a casa.

En los laterales de la plaza había también viviendas y negocios de los que algo queda todavía.

En el lado izquierdo y empezando por la carretera teníamos:

En la esquina, la casa de Vitoriano y Manoli, los dueños del bar Segovia, en la carretera y seguido de la casa estaba el bar Segovia que aún sigue, seguía el bar Cuatro Caminos (hoy Ven y Ven).

El nombre de Segovia se lo pusieron al bar por un cuñado de Vitoriano que descendía de Segovia y que al principio participó en el negocio con Vitoriano.

La casa de Vitoriano y Manoli fue luego un negocio de pinturas, Pinturas Ruiz, y después por un corto periodo, hace 5-6 años, hubo una tienda de venta de camisetas y otras prendas, se llamaba Camino MUAY THAI (una modalidad de boxeo tailandés).

Volviendo a la plaza, a la casa de Victoriano y Manoli le seguía el taller de los Terceros, era de los hermanos Delgado, reparaban vehículos, sobre todo camiones y furgonetas y además hacían trabajos de torno. Lo cerraron en 1983/84 y al poco lo vendieron. Hoy está cerrado y pertenece a la empresa de pinturas antes citada.

El nombre del taller obedece a que Tercero era el tercer apellido de los hermanos Delgado. Antes de poner el taller y el bar, todo era la casa de los Delgado.

Estos detalles me los ha dado Graci, hija de uno de los hermanos Delgado.

Al taller le seguía una casa donde la familia GODO instaló una tienda de repuestos del automóvil a final de los 70 (76/77), y ya haciendo esquina con la calle Tirso de Molina, había una cerca en la que más tarde, 1981, pusieron un taller de reparación de vehículos. Los repuestos los cambiaron a la Plaza Alcolea en 1988 y más tarde, en 2009, cambiaron todo al polígono escaparate donde siguen actualmente. Las viejas dependencias de GODO se mantienen cerradas.

El local de los repuestos de la Plaza Alcolea lo alquiló la familia a un tercero que puso un negocio de limpieza de coches, IMPKBLE indica el rótulo, ahora cerrado.

Estos detalles y algunos de otras casas, me los facilita José María del Olmo Culebras, hijo de GODO.

Con eso llegamos a la esquina de la calle Tirso de Molina, cruzando la calle, en la otra esquina, estaba y está todavía la casa donde vivían Calero y su mujer, los menciono porque tenían un puesto de tabaco y chuches junto a la Virgen de Gracia, lo ponían justo donde terminaba la vía del trenillo de la Calzá.

Estos puestos eran portátiles, construidos normalmente con un cajón, dos ruedas de bicicleta y unas andas para empujarlos, lo ponían y quitaban todos los días como es lógico. El cajón estaba compartimentado para colocar los distintos artículos que no eran muchos: tabaco, pipas, garbanzos torraos, caramelos, regaliz y poco más, tenían también una botella con gasolina para recargar los mecheros. A Calero le compré mis primeros cigarros, se vendían entonces cigarros sueltos además de paquetes.

Al otro lado de la carretera y cerca de la calle Ancha ponía también su puestecillo Antonio Celada, a este hombre le faltaba una pierna por accidente de trabajo. Vivía en nuestro barrio en la calle Chopo.

Después de la casa de Calero había una cerca en la que vendían leche, yo iba allí a comprar leche para el bar Segovia, no es seguro que hubiera vacas.

En la cerca pusieron más tarde un taller de ballestas, lo puso Ángel Sobrino, más tarde se cambiaron al polígono SEPES y lo llevaban sus cuñados, talleres Pibecane S.L., la cerca es ahora un bloque de viviendas marcado con el nº 3 y el taller en el polígono lo han cerrado recientemente.

Seguían algunas casas hasta llegar a lo que se conocía como el parapeto, en la del nº 6 tenía una droguería el Maña, luego la cambió a la calle Fernando el Santo esquina con calle Juan de Austria, está casa es hoy un solar y le siguen otras dos casas más.

En el lado derecho de la plaza, junto a la carretera estaba la llamada casa de los Alcántara, construida en 1918 según los historiadores, era un lujoso chalé con mucho jardín. Durante la guerra y después sirvió de prisión. Además de la vivienda principal tenía otras dependencias que alquilaban como vivienda a familias y también para negocios. Una de las familias que vivió de alquiler eran varios hermanos apellidados Portugués que tenían negocio de camiones. Me dice Carmen que allí nació un primo suyo en 1969. En los años 60 albergó el taller de costura de Toribio Mora, la puerta del taller daba a la carretera y la puerta principal a la plaza. Parte de la tapia del jardín estaba caída y pasábamos los muchachos a coger las bolitas de unos eucaliptos grandes que había, para tirarlos con las cerbatanas.

Lo del taller de costura me lo han dicho varias personas. También me han dicho que la puerta principal estaba donde hoy está el bloque nº 16, que alberga la tienda de pinturas Procolor.

Recuerdo ver algunas torretas del chalé cuando ya estaba hecho el bloque de pisos de la carretera, junto a las torretas del chalé estaba el letrero de la CAJA DE RONDA, hoy UNICAJA. Este bloque se registró en 1980 y el siguiente en 1998, entre los dos ocupan el terreno de la casa de los Alcántara.

Mas arriba había un corralón propiedad de transportes Santos que guardaba allí sus camiones, más tarde lo alquiló a la empresa Jorge Juan, también de transportes y desde 1988 a final de 2021 lo ha tenido de cochera la empresa AIBUS que hace el servicio urbano de autobuses en Puertollano.

Seguían los terrenos de Carlos Baos en los que tenía la bodega del Carmen y más terreno en los que estaba la fundición SEGON (Serrano-González) que se cambió a la calle Ancha a principios de los años 60. He visto el contrato de la fundición con Celedonio Cejudo Santos firmado el 19 de Abril de 1941, Cele tenía 14 años y estaba autorizado por su padre, por la empresa firmaba Adrián Serrano Culebras. El jornal era de 2,25 pesetas diarias.

Cele trabajó después en la mina y en la bodega, de la bodega lo recuerdo yo. En 1964 dejó la mina de San Esteban y se quedó solo en la bodega. Cerrada la bodega en 1967, Cele puso un bar en 1968 en la calle Vélez nº 2, donde antes hubo una carnicería de carne de caballo de la familia Arias, el bar lo llamó CELE y lo tuvo hasta 1983. A este bar le siguió la Taberna del Tigre y varios negocios del ramo más hasta la fecha. Esta casa del nº 2 es de lo poco antiguo que queda en la calle Vélez.

En la bodega vendían vino a granel, el personal iba con sus garrafas de cuartilla y media cuartilla (4 y 2 litros) y se las llenaban de la tinaja. También embotellaban, me cuenta Carmen (hija de Cele) que recuerda cuando compraron una máquina para lavar las botellas, hasta entonces las lavaban a mano.

Además de vino blanco y tinto, vendían también vino dulce, vinagre y anís.

Para servir a los bares se utilizaban también garrafas de arroba (16 litros), todos estos envases eran de cristal y para protegerlos se forraban con madera, mimbre y otros materiales. El uso de envases de plástico era muy limitado en esos años, si recuerdo que los protectores de las garrafas de cristal los hacían también de plástico. Los particulares las forraban con cuerdas lo que favorecía el enfriarlas un poquito mojando las cuerdas y colgándolas donde les diera el aire.

La bodega la cerraron en 1967 y la desguazaron todo, rompieron las tinajas y las máquinas. En el local puso un taller de coches uno de los hijos de Carlos Baos. En 1994 se registró un bloque de viviendas que ocupa los terrenos de la bodega, es el nº 14 de la plaza.

En la parte que ocupaba el taller de fundición, Carmen recuerda varios usos después de su cambio a la calle Ancha: almacén de cemento, criadero de cerdos, alquilado por telefónica para guardar el material cuando instalaban la infraestructura telefónica del pueblo.

En el corralón hay una casa grande donde en los años 70/80 tuvieron gallos de pelea, primero Eugenio Porras y después José Terraza. En la casa había un reñidero, es un círculo de unos 3 metros de diámetro en el que se disputan las peleas. En Almodóvar había también algunas familias que tenían gallos de pelea. En este local se celebraban algunas peleas y también iban mucho a pelear a Andalucía, en las peles se cruzaban apuestas.

Esta casa fue también la cuadra de una mula que tenían en la bodega.

En 1976, en los terrenos del corralón se instalaron los mármoles San Antonio, se cambiaron desde la calle Gran Capitán, estaban en los terrenos que hoy ocupa el bloque donde está la ferretería de Valero, antes Iturri. El dueño de los mármoles era Benjamín Sánchez Belmonte, maestro de escuela.

A la muerte de Benjamín, los trabajadores se quedaron con el negocio.

Hace 6-7 años la mayor parte de estos terrenos los destinaron a cocheras, mantienen un pequeño taller de mármoles que según me han dicho lo cerrarán a final de año. El negocio de las cocheras lo lleva Felipe Arias Baos, nieto de Carlos Baos, él me ha facilitado algunos datos de los negocios.

Los detalles de los mármoles me los da Manuel Torres, uno de los trabajadores que se quedó con el negocio.

La mayoría de estos locales por la parte de atrás lindan con lo que en aquellos años era el matadero municipal, hoy almacenes del ayuntamiento.

Con esto termino el relato de lo que es la plaza y sus laterales, sigo ahora con algunas cosas próximas a la plaza.

En la parte derecha, siguiendo la carretera de Almodóvar y después de la casa de los Alcántaras, hubo un concesionario de coches Renault y una farmacia. En el local de la farmacia empezó José a asar pollos en los años 70, lo recuerdo sudando mucho y con un puro en la boca. Mas tarde, años 80, montó el Hotel José y años después ampliaron los salones con una parte de la Caja de Ronda que estaba en el edificio de al lado. En estos salones se celebraban bodas, bautizos y comuniones.

El concesionario de Renault se trasladó a la carretera de Argamasilla y allí sigue.

Al hotel José le sigue lo que entonces era el matadero municipal, ahora es un almacén del Ayuntamiento.

En la esquina de la calle Once de Noviembre hubo por entonces un cine de verano, Montecarlo se llamaba, el local fue después cochera de la SUA.

Enfrente de la gasolinera, al otro lado de la carretera estaba el edificio al que llamábamos hospicio, había en él chicos sin familia en régimen de internado, recuerdo que algunas veces nos pedían a los que pasábamos por allí que les compráramos chuches en un puesto que había al lado, este puesto era fijo, al dueño, Valentín, le faltaban las dos piernas y se desplazaba en una vespa con sidecar, vivía en la calle Zurbarán.

En el edificio del hospicio están ahora el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana Fuente Agria y el Centro de Atención a la Infancia Virgen de Gracia.

En la calle Zurbarán había un salón donde se celebraban bodas, Jamaica se llamaba, lo regentaban los hermanos Gascón, Manolo y Carmen, era un local grande con unos bancos corridos junto a las paredes y una barra de bar. El personal andaba bailando y de chachara fundamentalmente, de cuando en cuando, se repartía una ronda, a la señal convenida, los asistentes se colocaban junto a los bancos y repartían una ronda que consistía en un vasito de refresco/limonada y una pasta o un dulce para mujeres y niños, el vasito era el mismo para muchos. Los hombres bebían cervezas y vino en la barra. Me ha contado mi hermana que los dueños alquilaban el local y de la bebida se encargaban las familias de los novios. Finalmente se repartía un puro a los hombres, previo cumplimiento.

Recuerdo haber ido a este salón al menos una vez, a la boda de mi vecina Vicenta y su novio Félix. El salón Jamaica se convirtió en un bloque de pisos registrado en 1993.

Detrás del salón Jamaica había una especie de callejón que terminaba en una medio cueva-casa en la que vivía el Borza con su mujer Carmen y sus hijos.

Siguiendo la carretera de Almodóvar hacia el centro del pueblo, justo enfrente de donde esta sé unía con la que llegaba de Argamasilla, estaba la báscula municipal, también conocida como “caseta de los consumistas” por el control que hacían de las mercancías que entraban al pueblo.

Esta báscula parece que desapareció en los años 80, puede que coincidiendo con las obras de construcción del nuevo puente para las vías del AVE.

En la explanada detrás de la báscula pusieron algunos años el teatro Chino en las ferias y allí empezó también a ponerse el chiringuito del Partico Comunista.

Pegado al curso de la vía quedaba una franja de terreno en la que aparcaban camiones y al otro lado de la vía, frente a la Virgen de Gracia estaba la agencia de transportes GERPOSA.y frente al inicio de la calle Ancha estaba la Cruz de los Caídos.

Acompaño dibujo-esquema de la zona y fotografías de la época, algunas facilitadas por Félix Negrete.

Ramón F. Muñoz Cazallas

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