En el Real Casino de Madrid

Lucrezia Tornabuoni. La sensibilidad en el universo de los Medici, por Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora

Por José Belló Aliaga

En el Real Casino de Madrid, ubicado en la calle Alcalá, número 15, concretamente en la Sala Torito (segunda planta), dentro del ciclo Tertulia Andrés Valverde, Ágora del pensamiento y la palabra, que dirige y coordina Andrés Valverde Sánchez, ha tenido lugar la ponencia Lucrezia Tornabuoni. La sensibilidad en el universo de los Medici, por Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora.

Se inició el acto por parte de Andrés Valverde Sánchez, y la presentación de la conferenciante corrió a cargo de Basilio Rodríguez Cañada, presidente del Grupo Editorial Sial Pigmalión, profesor de Comunicación, edición, técnicas de dirección y creación literaria. Escritor. Presidente del PEN (Poetas, Escritores y Novelistas) Club Español.

Lucrezia Tornabuoni. La sensibilidad en el universo de los Medici

La ponencia impartida por Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora, excelentemente estructurada y documentada, se desarrolló alternando su disertación con la lectura de varios fragmentos seleccionados por parte de Lola Funchal, editora del programa Punto de Enlace de Radio Exterior de España y Miguel Ángel Domínguez, director de “La entrevista de Radio 5”.

Lucrezia Tornabuoni. La sensibilidad en el universo de los Medici, de Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora

Infancia

Lucrezia Tornabuoni nació en 1425, en el seno de una familia de la alta nobleza florentina, comienza Ana Ramos.

Recibió una educación esmerada y muy elitista. Sus padres, Francesco y Nanna, fueron, para su época, estamos hablando del siglo XV, unas personas lo suficientemente abiertas como para educar a sus hijos en la igualdad. Teniendo en cuenta la igualdad que se podía tener en ese momento, que no era otra que darles la mejor educación que podían recibir. Para ello, recibieron instrucción de los mejores pedagogos que había en Florencia, incluso cuando algún erudito visitaba esta ciudad para dar alguna conferencia invitado por Cosme de Medici, el Sr. Tornabuoni le pedía que instruyera a sus hijos, como fue el caso de Francesco Filelfo (filósofo que impartía enseñanzas sobre Dante en Santa María de Fiore todos los domingos a los feligreses. También fue tutor de Ludovico Sforza).

Desde niña, Lucrezia escribía poemas y laudi, normalmente de carácter religioso, es la autora de sonetos y trinari, poemas narrativos en tercetos. Aprendió a tocar el laúd. También escribió muchas cartas, pero solo se conservan 49, que suponen una importante fuente de conocimiento de la vida del Renacimiento.

Nuestra protagonista, recibió una instrucción religiosa y también cultura grecolatina. Es decir, una educación humanista que consistía en alcanzar la virtud y el perfeccionamiento humano por medio de una formación intelectual en base a concentos de estudio y cultura general. No hay que olvidar la importancia de los padres en el desempeño educativo. La sobriedad, la actividad y el respeto que imponían en su hogar, alejando a sus hijos del ocio, entendido como la pérdida de tiempo, la bebida o el juego que podría derivar en ludopatía.

La bajada de Cristo al Limbo

Lola Funchal, leyó en este punto, un laudi que compuso Lucrezia, que se titula “La bajada del Cristo al Limbo”

Alerta, alerta.

He aquí el rey fuerte,

He aquí el rey fuerte;

Abrid, abrid la puerta.

Oh príncipe infernal

No opongas resistencia;

Es el rey celestial;

Viene con gran potencia

Hacedle reverencia;

Dejad libre la entrada

¿Quién es este coloso

de tanta ejecutoria?

Rey todopoderoso,

Señor lleno de gloria;

El alcanzó victoria

Sobre la muerte osada.

También venció a la guerra

Que dio tan largo duelo;

Hace temblar la tierra;

Quiso, con fuerte anhelo,

Llenar de nuevo el cielo

Y restaurar su corte.

Quiere llevar consigo

Porque su trono esmalten,

A Abel, su caro amigo;

Padres que la fe exalten

Noé, Moisés, no falten

Y acudan a su norte.

Tú, amigo Juan Bautista,

Síguele sin tardanza,

No le pierdas de vista;

Simeón en pos se lanza.

La comitiva avanza,

Avanza a su destino.

Cantando sus conceptos

La turba le acompaña

De párvulos contentos

La senda no es extraña

¿Qué herida no restaña

la mano del Dios fuerte?

Os traje con mi empeño

Al reino deseado,

Pues si en el santo leño

Fui muerto y sepultado

Al fin he recobrado

Toda la humana suerte

Los Medici

Con 19 años contrajo matrimonio con Piero, el primogénito de Cosimo de Medici, y, a pesar de ser un matrimonio pactado y de conveniencia, ellos formaron una pareja unida y enamorada. Durante su matrimonio se apoyaron mutuamente y Lucrezia se convirtió en su colaboradora más cercana para los asuntos de Estado y de la Banca.

Apenas llevaban cinco meses casados cuando llegó al Palacio Medici, María, una recién nacida hija de Piero de Medici y de Marena Vasallo. Tras el shock inicial, la niña fue aceptada por toda la familia y la propia Lucrezia la trató y educó como si fuera su propia hija.

Pocos meses después, empezaron a llegar sus propios hijos: Primero, Bianca, y después nacieron Nannina, Lorenzo y Giuliano.

Giovanni, fundador de la familia Medici

Giovanni fue el fundador de la familia Medici. Era un empresario que se dedicaba al comercio de la lana. Hizo una pequeña fortuna y fundó el banco Medici. 

Previó el retorno del papado a Roma que en ese momento la sede estaba en Aviñón, y apoyó económicamente a Baltassare Cossa, que se convirtió en papa (conocido como Juan XXIII). Como recompensa a su apoyo la Banca Medici se convirtió en el banco de la Iglesia (1410).

Tuvo dos hijos con Piccarda Bueri, Cosimo y Lorenzo. Cuando murió Giovanni le sucedió en el cargo su primogénito Cosimo. Pero este prefirió dedicarse a la política, mientras su hermano codirigía el banco con él.

Contrajo matrimonio con Contessina Bardi, que pertenecía a una familia noble florentina y que también eran banqueros. Tuvieron dos hijos: Piero y Giovanni, además de Carlo, hijo de Cosimo con una criada de la casa y que fue adoptado por su mujer.

La época de Cosimo fue muy fructífera, aunque no estuvo no exenta de problemas, pero políticamente se convirtió en Señor de Florencia y manejaba los hilos de la república y sobre todo controlaba personalmente las relaciones con otros Estados. Fue un momento prospero para la ciudad, aunque las rencillas con alguno de los priori llevaron a Cosimo a la cárcel. Rinaldo de Albizzi le hizo arrestar por malversación. Medici fue enviado al exilio, pero con el apoyo del papa Eugenio IV y algunos leales florentinos, regresó un año después aclamado por su pueblo.

Fue fundador del mecenazgo de los Medici, puso su fortuna al servicio de las artes y las ciencias. Mandó construir la cúpula del duomo a Brunelleschi tras ganar el concurso para su construcción. Edificó la basílica de San Lorenzo y cedió Villa Careggi a la Academia Platónica de Florencia que fue dirigida por Marsilio Ficino para realizar estudios sobre el pensamiento de Platón.

“Lucrezia Tornabuoni, señora de Florencia”, Premio Internacional de Literatura “Virginia Woolf”, en 2020

A continuación, Miguel Ángel Domínguez, leyó un fragmento del libro “Lucrezia Tornabuoni, señora de Florencia”, del que es autora la ponente, Ana Ramos, y que obtuvo el Premio Internacional de Literatura “Virginia Woolf”, en 2020.

“Florencia había prosperado bajo el gobierno Medici, después del regreso de Cosimo, tras el exilio. Crearon la Comisión de los Diez, pudiendo elegir a los priores y al resto de altos cargos. Él mismo se encargó de colocar en los puestos destacados a personas de su confianza, y, aunque se mantuvo en un segundo plano, realmente era el gobernador de hecho de la ciudad. Convertirse en Señor de Florencia le permitió tomar las riendas de la república, nombrando y cesando a las personas que él considerara.

Estabilidad política, social y económica

La estabilidad política, social y económica que se vivió llevó a Florencia al momento más destacado de toda su historia, hasta la fecha. El patriarca de los Medici se ocupó de dialogar con todos los grupos sociales, logrando la paz y un compromiso de todos los estratos. Esta época de conciliación se caracterizó por el sometimiento al Estado. Sabiendo que el Estado les protegería y les ayudaría. Los florentinos se sentían grandes, tolerantes, instruidos, salvaguardados y protectores de su ciudad. Confiando plenamente en la familia Medici.

La banca Medici otorgaba créditos para que cada miembro de los gremios invirtiera en su negocio y creara trabajo. Así, lograría un enriquecimiento colectivo que sería muy beneficioso no solo para cada uno, sino también para la república.

La política exterior fue controlada por Cosimo de Medici personalmente. Supo entablar alianzas con otras repúblicas, como Milán y Venecia. Logró poner de su parte a los Papas de Roma y establecer la paz. La celebración del Concilio Ecuménico en Florencia en 1445, situó a la república en un lugar destacado. Consiguió relaciones comerciales con distintos países europeos realizando intercambio de materias primas. La lana inglesa era muy demandada y logró activar un comercio potente con los británicos que fue muy sustancioso para los tejedores toscanos.

A sus competidores políticos, que eran muchos, logró neutralizarlos gracias a amigos afines”.

Su vida como una Medici

Lucrezia contrajo matrimonio con Piero de Medici en 1444. La familia Tornabuoni había apoyado a Cosimo de Medici cuando fue desterrado en 1433 y trabajó para que retornara lo antes posible.

Los Tornabuoni mantenían relaciones con la alta sociedad de Roma, Milán, Venecia y el reino de Nápoles. Gracias a su influencia, ella se convirtió en embajadora de Florencia. Su suegro enviaba con frecuencia a su hijo Piero y a su nuera a representarle en las diferentes cortes.

Su apellido de soltera le abría todas las puertas y se codeaba con lo mejor de la sociedad. Hasta tal punto que ella sola se desplazó a Roma para buscar una esposa adecuada para su hijo Lorenzo.

Pero, ella nunca desatendió al pueblo llano. Igual que convocaba a su palacio a las damas de la nobleza, también invitaba a las mujeres de los jefes gremiales de Florencia. En compañía de sus hijas asistía a orfanatos y centros religiosos donde ayudaban a los más desfavorecidos con trabajo y con grandes donativos.

Educar a sus hijos

Lucrezia se ocupó, junto a toda la familia Medici, de educar a sus hijos. Desde pequeños les animó a que escribieran sus propios poemas y que aprendieran a ejecutar temas musicales. Les llevaba a las reuniones que se celebraban en Villa Careggi para escuchar a Marsilio Ficino, Leon Battista Alberti, Cristóforo Landino (traductor de Plinio el Viejo), Benedetto Varchi (Storia florentina), Poliziano…

Lucrezia admiraba cualquier representación artística y se convirtió en musa de Doménico Ghirlandaio, Sandro Botticelli y Filippo Lippi. Tuvo grandes amigos que destacaron en diferentes disciplinas artísticas. El taller de Verrochio era visitado asiduamente por ella. Un joven alumno, Sandro Botticelli que se formaba con el maestro, fue invitado a vivir en el Palazzo Medici, al igual que el poeta Poliziano.

Mecenas de artistas

La labor de mecenas de artistas fue una de sus favoritas. Disfrutaba departiendo con ellos y admiraba sus trabajos. Una vida rica, culta, emocionante y dinámica coexistía con la responsabilidad de gobernar Florencia, con mantener buenas relaciones con otros Estados y con una buena dirección de la Banca Medici. Podríamos decir que, en esta familia, responsabilidad, trabajo, creatividad y placer iban unidos.

El magnífico florecimiento artístico fue debido, en gran parte, al mecenazgo de la familia Medici. Los artistas podían trabajar libremente, aprendiendo y enseñando en talleres, lo que les permitía innovar.

Los encargos de obras por parte de la nobleza, de los gremios y de la iglesia lograron que Florencia se convirtiera en la capital artística de Europa. Escultores, arquitectos y pintores se afanaban en terminar sus trabajos para iniciar otros con los que ya se habían comprometido.

Para la sociedad florentina del Quattrocento estar en consonancia con los nuevos tiempos era primordial. Por ello, encargaron la construcción de nuevos palacios de estilo renacentista que posteriormente fueron decorados con pinturas y esculturas.

El retrato adquirió un lugar predominante y su razón de ser era evocar a la persona ausente y fijar sus rasgos para la posteridad. Es decir, aprovechar “la capacidad de la pintura para vencer a la muerte”.

Inmortalizada por Ghirlandaio, por Botticelli y por Filippo Lippi

Lucrezia fue inmortalizada por Ghirlandaio, por Botticelli y por Filippo Lippi, que se sepa, pero muy probablemente esté retratada en frescos de otros autores como en la obra “El cortejo de los reyes magos” que pintó Benozzo Gozzoli (discípulo de Fra. Angélico) en el palacio Medici, aunque no se ha determinado si es realmente ella una dama que aparece con un tocado malva.

Respecto a la poesía, Lucrezia admiraba a autores clásicos como Homero, Horacio, Virgilio, Ovidio… de hecho recitaba sonetos y pequeños versos a sus hijos cuando eran pequeños. Probablemente, para ella la poesía era fundamental, quizá, por este motivo quería tener a Poliziano en su casa.

Hijos

Lucrezia tuvo seis embarazos, pero dos de sus hijos murieron al nacer. Ella se ocupó de vigilar muy de cerca la educación y evolución de sus vástagos.

Con quince años, Bianca se enamoró de Guillermo Pazzi, sobrino de Jacobo y enemigo de la familia Medici. Sorteando todos los inconvenientes de emparentar con un miembro de la familia adversaria, se casó con él y tuvieron quince hijos.

Giuliano, el menor, se enamoró de Simonetta Vespucci, una joven muy bella, pero ella estaba casada con Marco Vespucci, un miembro de una familia cercana a los Medici, y solo pudieron disfrutar de un amor platónico, aunque la gente fabulaba con una relación entre ellos porque ambos eran muy atractivos. Ella se convirtió en la musa de Botticelli y el pintor le hizo muchos retratos. La joven murió de tuberculosis a los veintitrés años causando la desolación en todo su entorno.

Botticelli le rogó a su esposo que cuando él muriera le permitiera depositar sus cenizas juntos a la tumba de su musa y él aceptó. Poliziano mitigó el dolor de su pérdida componiéndole un soneto, que vamos a escuchar ahora mismo.

Elogio a Simonetta Vespuci

De nuevo Lola Funchal, lee, ahora el poema de Poliziano

 Siempre, más leve que la hoja al viento,

alterna, sin cesar, gozo y tormento;

sigue al que huye, burla al que lo ronda,

y viene y va como en el mar la onda.

Cándida Ella y de candor vestida,

con su traje de flores y de hierba;

la crencha de oro en rizos esparcida,

su frente enmarca de humildad superba.

Ríen en su redor Natura y Vida

porque todo lo endulza y desacerba,

y en su porte de regias suavidades

la mirada deshace tempestades.

El ámbito en contorno se hace ameno

al giro de sus luces amorosas;

de júbilo celeste el rostro pleno

destella con el tinte de las rosas.

El aura cede a su rumor divino

y el ave copia de su voz el trino.

Lorenzo de Medici

Nannina, la hija menor de Lucrezia y Piero, contrajo matrimonio con Bernardo Rucelai, perteneciente a una familia noble y culta. La pareja se rodeó de poetas, filósofos y artistas e hicieron su propia tertulia cultural en los jardines de su palacio.

María, la hija de Piero y adoptada por Lucrezia, se casó con Leonetto de Rossi y de este matrimonio nació el que posteriormente sería el Cardenal Luis de Rossi, amigo y estrecho colaborador de su primo el Papa León X.

A Lorenzo, el heredero de este reino sin corona, se le educó para gobernar, para dirigir el banco y proteger a la familia. El siempre contaría con el apoyo de los suyos y serían una piña, evitando, lo que sucedía en algunos reinos y principados que varias facciones de la familia se disputaran la corona. Por ejemplo, en Castilla con Enrique e Isabel.

Lorenzo tuvo a los mejores maestros y sus abuelos se volcaron en instruirlo, igual que sus padres. Recibió educación en Florencia, Milán y Venecia. Aprendió el arte de la diplomacia, disciplina en la que destacó y que, además, le sirvió de mucho puesto que durante su vida tuvo que echar mano de ella con frecuencia.

Aunque los orígenes de sus antepasados Medici no eran aristocráticos, él y sus hermanos ya llevaban nobleza suficiente por su abuela, Contessina Bardi y por su madre Lucrezia Tornabuoni. Ahora solo le faltaba emparentar con el clero. Por este motivo, su madre se desplazó a Roma para buscarle una esposa. Se decidió por Clarice Orsini, descendiente de dos papas y hermana del cardenal Latino Orsini.

Clarice era hija de Jacobo Orsini, Señor de Monterotondo y de Magdalena, hija del duque de Bracciano. Lucrezia apalabró el matrimonio con el fin de asociar el apellido Medici a la alta sociedad romana. La boda por poderes se celebró en Roma y seis meses después se festejó la presencial, en Florencia, con todos los invitados de ambas familias.

Clarice no fue muy querida por los florentinos y tampoco encajó mucho en la familia Medici. Ella tenía un carácter muy religioso y muy alejado de la mentalidad humanista que disfrutaba Florencia.

De hecho, la distancia que se produjo en el matrimonio era considerable. Lorenzo prefería a Lucrecia Donati, esposa de un próspero mercader, a quien dedicó su poesía, porque Lorenzo, también destacó escribiendo sonetos y poemas.

Poema de Lorenzo de Medici

Lola Funchal leyó entonces el siguiente poema, de Lorenzo de Medici:

Lo que más ansío es lo que deseo menos,

Para vivir más, mi final anhelo.

Por huir de la muerte, a la muerte espero,

Busco la paz donde no habita el sosiego.

Por aliviar las cadenas

En que yo mismo me envuelvo,

Hielo en el fuego busco,

Y tormento donde hay contento,

Vida donde hay muerte,

Guerra en el apaciguamiento

Asesora y colaboradora de su marido y de su hijo

Cosimo de Medici tuvo una larga vida y cuando falleció le sucedió su hijo Piero, conocido como “el gotoso” por padecer esta enfermedad. Piero, marido de nuestra protagonista, no pudo ser durante mucho tiempo Señor de Florencia, su mala salud se lo impidió y fue su hijo Lorenzo quién asumió todas las responsabilidades de su padre con tan solo veinte años. Pocos meses después Piero falleció.

Lucrezia se convirtió, entonces, en la mano derecha de su hijo. No estaba dispuesta a permitir que no tomaran en serio a Lorenzo. Una situación similar ya la había sufrido su marido cuando Jacobo Pazzi, uno de los priori y propietario del banco Pazzi y enemigo de los Medici, ridiculizaba a Piero para hacer daño a Cosimo. Igualmente lo hizo con Lorenzo en vida de su padre, pero ahora él se había convertido en el cabeza de familia y ella iba a conseguir que le respetaran.

Para allanar el camino a Lorenzo, ella se hizo cargo del banco con el fin de que él se centrara en la gobernabilidad de la república. Toda la familia colaboraría para lograr que los Medici siguieran siendo Señores de Florencia.

Lorenzo estaba preparado, era un gran diplomático y su relación con el pueblo llano era muy buena, pero, lamentablemente sus ideas gubernamentales chocaban abiertamente con el propio Pazzi y sus amigos.

Amigos y enemigos

La familia Medici tuvo grandes amigos, pero también poderosos enemigos. En las reuniones que se celebraban en Villa Careggi, asistía gente muy especial, casi todos eran personas que podían aportar algo, que se interesaban por la cultura o que tenían una sensibilidad especial. Siempre estaban abiertos a recibir a gente joven y que contribuyera con sus ideas. En muchas ocasiones, invitaban a una joven poeta de quince años, Ginevra de Benci, que fue retratada por Leonardo Da Vinci.

Por otra parte, la relación que mantenían con el pueblo llano era muy fluida. Ellos sabían que gracias a los gremios habían podido acceder a la Señoría.

Pero, también tenían poderosos enemigos. La familia Pazzi, el papa Sixto IV, Francesco Salviati, arzobispo de Pisa y sobrino de Jacobo Pazzi, Girolamo Riario, Señor de Imola y Forli, capitán general de la iglesia, sobrino de Sixto IV.

Matar a los dos Medici

Todos ellos querían acabar con el gobierno de los Medici, para ello tomaron la decisión de asesinar a Lorenzo y a Giuliano. Tenían que matar a los dos para que no quedara ninguna cabeza visible en la familia. Si moría Lorenzo su hermano se convertiría en Señor de Florencia y querían echar a los Medici de las Instituciones.

El 28 de abril de 1478 se ejecutó una decisión que se venía gestando dos años antes: Matar a los dos Medici. Este hecho, que se conoce como la Conjura de los Pazzi, estaba previsto que se realizara en el palacio Medici durante la cena que la familia daba en honor del Cardenal Raffaelle Riario, sobrino del papa, que estaba visitando diferentes localidades de la Toscana. En el salón, propondrían un brindis y les ofrecerían a los dos hermanos una copa de vino con veneno. Pero, Giuliano no asistió por encontrarse mal y no les quedó más remedio que posponer el crimen.

Se realizaría al día siguiente, durante la Misa de Resurrección que oficiaría el Cardenal Riario. Al tratarse de un lugar santo, algunos de los mercenarios se echaron para atrás, no querían asesinar en una iglesia, ellos se dedicarían a tomar la Signoria y a controlar al pueblo para que no se levantara contra los conspiradores.

Asumió la labor de matar a Lorenzo un sacerdote afín a Sixto IV, Maffei; y de Giuliano se ocuparía Francesco Pazzi, hermano de su cuñado Guillermo y esposo de Bianca.

Relato de este hecho en la novela histórica “Lucrezia Tornabuoni, señora de Florencia”, de Ana Ramos

Miguel Ángel Domínguez, leyó el relato de este hecho en la novela histórica “Lucrezia Tornabuoni, señora de Florencia”, de Ana Ramos:

En la misa de Resurrección el cardenal, tras la homilía, realizó la invocación al Espíritu Santo y se preparó para la Eucaristía. Con detenimiento y muy concentrado elevó la Sagrada Forma despacio y la mantuvo en alto hasta que sonó una campanilla.

En ese momento Francesco Pazzi se echó encima de Giuliano asestándole una puñalada. Casi a la vez, el sacerdote Maffei cogió por el hombro a Lorenzo y con un cuchillo trató de degollarlo. Erró el tajo y solo le hirió en un lateral del cuello. Las mujeres comenzaron a gritar y todo el mundo espantado salía corriendo de la iglesia.

El cardenal tardó unos segundos en percatarse de lo que allí estaba sucediendo, quieto, con la mirada fija, veía las imágenes de lo que estaba pasando como si estuviera en un sueño. Se desmayó.

El mercader Bandini Baroncelli sujetó a Giuliano mientras Francesco Pazzi, ciego de odio y de ira, le clavó diecinueve puñaladas. Tan ofuscado estaba que no se dio cuenta que una de ellas se la hundió en su propia pierna. Pero no notaba dolor, el rencor mandaba en sus sentidos. Giuliano intentaba zafarse de las manos que lo inmovilizaban. Notaba como en cada embestida de su agresor la hoja penetraba en su carne y rompía tejidos y venas sangrando profusamente y empapándole la ropa. Un sabor salado y metálico le llegaba al paladar. Una bocanada de sangre le subía por la tráquea hasta la boca haciéndole vomitar violentamente. Su agresor salpicado en sangre reparó en su herida y una punzada de dolor le atravesó toda la pierna. Se levantó a duras penas y salió del templo.

Lorenzo se defendía con un candelabro pascual de plata que estaba junto al altar, logró arrebatarle una espada a Maffei y comenzó a luchar como un loco mientras veía a su hermano tirado en el suelo en un charco de sangre.

Poliziano logró empujar a Clarice y a Lucrecia, que no paraba de gritar el nombre de Giuliano, hacia la sacristía. Las introdujo en la sala y se fue a ayudar a Lorenzo que se las estaba viendo con tres hombres armados. Poco a poco fueron reculando hasta lograr entrar también ellos en la sacristía junto a las mujeres. Cerraron las macizas puertas mientras sus atacantes trataban de abrirlas por la fuerza.

Lucrezia estaba fuera de sí, quería salir para ayudar a su hijo menor. Poliziano la tuvo que retener a la fuerza diciéndole que si abrían esas puertas también moriría Lorenzo.

Revuelta social

Finalmente, llegaron los soldados de Lorenzo y pudieron abandonar la Sacristía. La revuelta social que se produjo tras el asesinato de Giuliano llevó a la gente a saquear el palacio Pazzi, matar a Francesco y detener y llevar a la Signoria a los sospechosos. Las condenas a muerte no se hicieron esperar. El gonfaloniero mandó ahorcar a los instigadores, mientras se llevaban a cabo interrogatorios sumarísimos.

El papa Sixto contaba con poderosos aliados y habían rodeado Florencia con el ejército de Fernando de Nápoles al Sur, aliado de los Estados Vaticanos; el de Girolamo Riario al Este y el de Federico Montefeltro, duque de Urbino, al norte.

Estaba todo preparado para invadir Florencia, pero al fallar la conspiración, Montefeltro regresó a Urbino y hasta hace pocos años no se supo de su implicación en el magnicidio.

Riario quería atacar la ciudad junto a las tropas del rey de Nápoles, pero estos decidieron esperar, lo que provocó la ira del Señor de Imola.

Mientras tanto en el palacio Medici preparan el cuerpo de Giuliano para su entierro, pero hay otro asunto que tenía que tratar la familia: Guillermo Pazzi, marido de Bianca, hermana del finado.

Aunque él aseguró que no tenía nada que ver con la conjura parece que sabía que su hermano preparaba algo desagradable contra Lorenzo, pero nunca pensó que iban a llegar tan lejos. Lorenzo desterró a su cuñado de la Toscana y Bianca y sus hijos le acompañaron.

Lucrezia había perdido a dos hijos en pocas horas.

Caos

Mientras tanto, la ciudad vivía en el caos. Dos ejércitos a las puertas de las murallas amenazaban su Estado y Lorenzo se vio obligado a mover ficha.

De noche, y acompañado de dos guardias, salió por una de las doce puertas de acceso a Florencia, logró llegar a Pisa y embarcar en una nave en dirección a Nápoles. Allí se presentó ante el rey Fernando y este le invitó a quedarse en calidad de rehén. Tres meses duraron las conversaciones con el rey, tratando de convencerle de que ellos no estaban en guerra, que Nápoles y Florencia eran amigos, pero Fernando tenía un acuerdo con el papa y no le quedaba más remedio que apoyarlo.

Finalmente, Lorenzo regreso a Florencia y trató de restaurar el esplendor que un año antes tenía Florencia.

En 1482 Lucrezia murió, dejando huérfanos a toda la familia… Lorenzo la sobrevivió diez años, pero nunca olvidó a su madre.

Carta de Lorenzo de Medici a su amiga Leonor d’Este, duquesa de Ferrara, agradeciéndole el pésame por el fallecimiento de su madre

Miguel Ángel Domínguez, a continuación, leyó una carta Lorenzo de Medici a su amiga Leonor d’Este, duquesa de Ferrara, agradeciéndole el pésame por el fallecimiento de su madre.

En días posteriores, llegaron correos con las condolencias de las cortes de Italia y de Europa para la familia. A pesar de sus palabras amables, Lorenzo se sentía huérfano. No solo de madre; su orfandad era muy intensa. Había perdido a su mejor consejera, a su amiga, a la abuela de sus hijos, a su apoyo y a su paño de lágrimas.

Entre sollozos, respondió a su amiga Leonor d’Este, duquesa de Ferrara:

Mi estimada amiga Leonor

Os agradezco vuestras palabras de consuelo, me han hecho mucho bien.

La pérdida de una persona tan amada por mí y por mi familia nos ha dejado huérfanos.

Mi corazón está ahogado en pena y soledad.

No solo he perdido a mi madre. Ella era todo para mí. Mi único recurso en las dificultades y el alivio de mis zozobras.

Su Excelencia podrá imaginar mi aturdimiento porque, con el fallecimiento de mi madre, yo siento que ha desaparecido el único amparo que tenía para todas mis angustias y problemas. El único alivio en mi mundo de tormentas.

Os incito a que tengáis cuidado con las conspiraciones, ya que vuestra madre no podrá evitar que se produzcan. Como tampoco lo pudo impedir la mía.

Con mi agradecimiento y mi aprecio hacia vos,

Lorenzo de Medici

Coloquio final

Tras finalizar la disertación de Ana Ramos, se abrió un interesante coloquio, entre las personas asistentes al acto.

Segunda parte de la ponencia Lucrezia Tornabuoni, de Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora

José Belló Aliaga

Andrés Valverde Sánchez, que dirige y coordina la Tertulia Andrés Valverde, del Real Casino de Madrid, ágora del pensamiento y la palabra

Basilio Rodríguez Cañada, presidente del Grupo Editorial Sial Pigmalión, profesor de Comunicación, edición, técnicas de dirección y creación literaria. Escritor. Presidente del PEN (Poetas, Escritores y Novelistas) Club Español, que presentó a la conferenciante

Lola Funchal; Miguel Ángel Domínguez; Basílio Rodríguez Cañada; Ana Ramos y Andrés Valverde Sánchez

Ana Ramos, periodista de RTVE y escritora, que disertó sobre Lucrezia Tornabuoni. La sensibilidad en el universo de los Medici

En primer término, Lola Funchal, editora del programa Punto de Enlace de Radio Exterior de España

Miguel Ángel Domínguez, director de “La entrevista de Radio 5”

Portada del libro “Lucrezia Tornabuoni, señora de Florencia”, Premio Internacional de Literatura “Virginia Woolf”, en 2020

Virgen del Magnificat, pintura al temple sobre tabla, de Sandro Botticelli, de 1481, en la Galería de los Uffizi, que representaría a la familia de Piero de Medici. Su esposa, Lucrezia Tornabuoni como María, Lorenzo de Medici como el joven con el tintero, flanqueado por su hermano Giuliano quien sostiene un libro. Detrás de estos dos chicos estaría María, mientras que las dos hermanas mayores estarían sosteniendo la corona en la parte trasera: Blanca a la izquierda y Nannina a la derecha. El recién nacido sería la hija de Lorenzo, Lucrecia de Medici

Retrato de Lucrezia Tornabuoni, atribuido a Domenico Ghirlandaio, c. 1475

Asistentes al acto

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