Jaque mate de la(s) autocracia(s) a la democracia. La invasión rusa de Ucrania y la Primera Guerra híbrida Mundial

Artículo de Opinión de Jesús García de las Bayonas Delgado

Jesús García de las Bayonas Delgado.- Según gran parte de los análisis de la situación actual provocada por la deriva de la guerra en Ucrania, se concluye que Putin no está consiguiendo ninguno de sus objetivos, y que Occidente y sus regímenes democráticos se están viendo reforzados frente a la amenaza y agresión militar rusa. No querría pecar de ser demasiado pesimista, sino en todo caso hacerlo de «demasiado realista» cuando afirmo más bien todo lo contrario: Putin sí está consiguiendo sus objetivos por mucho que (nos) cueste creerlo. En las sucesivas líneas voy a intentar explicar las razones y el porqué de tal conclusión.

La Rusia de Putin no es para nada una democracia, sino un régimen autoritario o una autocracia en la que se ejerce un férreo control de la población por parte del poder político, como antaño lo fuera ejercido por las distintas dinastías de los Zares y por parte de los dirigentes de la extinta URSS, con casi la única salvedad de Gorbachov. Por otro lado, Putin no ha ocultado en ninguna de sus declaraciones anteriores y posteriores al inicio de la guerra, que consideraba a Occidente y sus valores democráticos y de respeto a los Derechos Humanos en declive y decadencia frente a nuevos poderes emergentes como los que él representa. De hecho, Putin ha reforzado su alianza política, económica y geoestratégica con otros líderes autocráticos mundiales, como la China de Xi Jinping e India junto a terceros países, a los que Rusia ofrece un trato ventajoso en materia de energía y materias primas, e incluso en materia de seguridad -de la mano de empresas privadas de mercenarios que operan especialmente en América Latina y fundamentalmente en África, como el grupo paramilitar Wagneri-. El caso más manifiesto de ello es Siria.

Una alianza con Rusia que se traduce en que estos países votan en contra o se abstienen en las resoluciones de la Asamblea General y el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que tienen por objeto condenar la invasión rusa de Ucrania y las violaciones de los Derechos Humanos por parte de Rusia. Para parte de estos países los problemas que pueda haber en Europa quedan demasiado lejos y, en todo caso, los problemas de Europa no son los problemas del mundo, como sentenciaba recientemente el primer canciller de India. Pero la partida a fecha de hoy está lejos de mostrarse favorable para las democracias, en este caso representadas principalmente por lo que se ha convenido en llamar «Occidente»ii, aunque en realidad sea una noción incluya mucho más que Europa y los EEUU.

La guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania, que ni siquiera cuenta con una declaración formal de guerra, ha desencadenado como respuesta legítima del pueblo y de la nación de Ucrania una respuesta militar de carácter defensivo de su territorio, de sus fronteras y de su población, que cuenta con la ayuda en material militar de carácter internacional; pero que se está mostrando incapaz de detener el lento y progresivo avance de las tropas y las milicias rusas que literalmente destruyen, devastan y aniquilan toda resistencia a su paso al no haberse producido la rendición incondicional por parte de las defensas y de la población ucranias.

La finalidad última es asfixiar a Ucrania, dejándola sin salida hacia al mar, para así forzarla y obligarla a renunciar a su territorio y a sus fronteras. Pero la finalidad también es asfixiar y colapsar a Occidente y a quien se oponga a los planes de Moscú por la gran dependencia que existe a nivel mundial de las materias primas y los hidrocarburos rusos. La «operación militar especial» de Rusia en Ucrania -término que encubre lo que en realidad es una auténtica guerra de invasión, al estilo de las protagonizadas por Hitler y la Alemania nazi, y que dan origen a la II Guerra Mundial frente a unas estupefactas democracias europeas-, lejos de ser y haber constituido un fracaso estaría dando los resultados que podría haber esperado Putin en sus planes previos a la invasión de Ucrania, aunque lo haga de forma soterrada, pausada y lenta en el tiempo:

  1. Para empezar, está consiguiendo hacer cada vez más mella en las defensas ucranianas, cuyas unidades estaban desde el principio en clara inferioridad numérica, y ahora se encuentran cada vez más fatigadas y mermadas por el número de bajas y la extensión temporal del conflicto.
  2. En segundo lugar, está logrando que como consecuencia de una guerra híbridaiii desencadenada a nivel mundial, se eleve la inflación mundial a niveles nunca vistos y con ello se esté activando el malestar social de gran parte de la población y de amplios sectores sociales de la mano de partidos y de movimientos que en la mayor parte de los casos tienen una clara afinidad y vínculos con Moscú: partidos y movimientos ultra-nacionalistas y de derechas, homófobos y ultra-religiosos, y que promueven e instigan huelgas de determinados sectores profesionales especialmente afectados por la guerra.
  3. En tercer lugar, está activando una hambruna mundial a consecuencia del bloqueo y robo del cereal ucraniano que representaba una de las mayores despensas del mundo y que va camino de desembocar en un problema alimentario global de proporciones inmensas, mucho mayor que el que existía con anterioridad a la guerra.
  4. En cuarto y último lugar, está poniendo en jaque a todo el mundo que no se encuentre alineado con este nuevo y, a la vez, viejo imperialismo ruso, jugando con la ventaja de que las autocracias no tienen, en principio, porqué preocuparse por el malestar de su población y de sus ciudadanos, porque simplemente se ha reprimido y se reprime cualquier intento de manifestar cualquier disidencia o descontento político y social.

Si he titulado este artículo «Jaque mate a la democracia» ha sido porque se puede considerar que la democracia se encuentra claramente amenazada y en peligro, como consecuencia de esta guerra híbrida de carácter mundial desencadenada por Rusia. De manera que, frente a la amenaza representada por las autocracias de todo tipo y de todo origen, tanto a nivel interno de los Estados como a nivel externo de los mismos, a los que creemos en la democracia y en el respeto a los Derechos Humanos no nos queda otra que ser críticos y de serlo además con fundamento: para sí poder distinguir con rigor y así ser, en lo posible, imparciales y objetivos; acercándonos en lo posible al rigor científico en lugar de a la ingenuidad, la ideología y el dogmatismo.

De esta manera, se debe de distinguir entre el «ser» (es decir, cómo son de hecho las cosas) y el «deber-ser» (es decir, cómo deberían de ser o cómo podrían ser si se hiciera el bien en lugar del mal por parte del ser humano), y pensar que la única posibilidad para la democracia y los Derechos Humanos se encuentran allí donde en mayor o menor grado existe separación de poderes, allí donde se celebran elecciones libres y allí donde no se encarcela de manera arbitraria ni se envenena a opositores, o a quienes se consideran agentes del enemigo.

Debemos, por tanto, señalar que la verdadera diferencia entre una democracia y una autocracia es que en la democracia se celebran elecciones y en el que el partido y gobernante de turno termina más pronto que tarde por abandonar el poder, y de producirse un relevo. Todo ello por mucho que siempre que la democracia haya decidido algo que fuera en contra de intereses económicos de importancia, se haya producido un intento por parte de dichos poderes de conspirar en su contra. Por tanto, señalar una vez más que conviene analizar y distinguir la realidad, para de este modo ser rigurosos y así no nos dejemos llevar por ilusiones de nuestra conciencia, por la ingenuidad, ni tampoco por la propaganda y conceptos en los que la correspondencia con la realidad se produzca por una simple y pura casualidad. Sino que, al contrario, se produzca un análisis concienzudo, preciso y que entienda la realidad tal y como verdaderamente es.

La guerra emprendida y liderada por la Rusia de Putin contra la democracia y los Derechos Humanos es grave, dura, cruenta y difícil, a la vez que, decidida. Putin cuenta, además, como gran aliado a la China de Xi Jinping, en su pulso contra todo lo representado según él por Occidente -que como sabemos todos/as algunas de ellas son cosas malas, pero otras también buenas o las únicamente buenas en mundo que parece gravitar hacia la autocracia y la distopía-. Representaría una auténtica ingenuidad el pretender que la manera de defenderse de tal(es) peligro(s) sería solamente con buenas palabras, firmando manifiestos, y no con capacidades y desarrollos tecnológicos que permitan la disuasión y la defensa. No hay que llevarse a engaño: lo que, por ejemplo, permitió que el continente americano fuera colonizado y sometido por los europeos no fue otra cosa sino la abismal diferencia tecnológica de los pueblos nativos americanos con respecto a los europeos, que no les permitió defenderse y librar su particular guerra por la independencia con posibilidades de éxito, ni por supuesto disuadir al enemigo. No invertir en tecnología y en Defensa implicaría subrogarnos a quienes desafían los valores democráticos y de respeto a los Derechos Humanos, es decir, a los enemigos de la democracia y los DDHH.

El desenlace que tenga lo que he convenido en denominar como «Primera Guerra Mundial híbrida» no está a nuestro alcance conocerlo, pero sí que los elementos favorables para que prevalezca la democracia y termine imperando un régimen de Derecho Internacional justo no son, precisamente, abundantes. Por ello, quizás este artículo ayude a entender el problema y el desafío que para el conjunto de la Humanidad representa la guerra en Ucrania. El mundo se encuentra inmerso en una guerra híbrida de carácter mundial que amenaza con resquebrajar y hacer tambalearse a los fundamentos mismos de la democracia y de lo que se podría denominar como democracia liberal (Estado basado en un régimen de derechos y libertades ciudadanas) o Estado social y democrático de Derecho: la guerra y la batalla se juega tanto en Ucrania como a nivel interno y externo de los distintos Estados; por lo que no debería pasarnos desapercibido que nos encontramos inmersos en una guerra híbrida mundial, que supone una amenaza existencial para la democracia y que buena parte de los que juegan en su contra van a intentar precisamente negar la realidad.

Jesús García de las Bayonas Delgado

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